miércoles, 24 de abril de 2013

¡¡Que vienen los expertos!!


Un nuevo artículo de nuestro compañero Francisco S. López Romito 


Desde el diseño y puesta en marcha del actual sistema de pensiones, allá por los años 80, ha sido inocultable la preocupación en los medios académicos, gestores públicos, legisladores, medios de comunicación y los afectados presentes y futuros, acerca de la sostenibilidad financiera y equidad social del sistema.

Esto llevó a otorgarle un verdadero carácter de Política de Estado que se concretó en el llamado Pacto de Toledo, que no significa otra cosa que asumir, por parte de las diferentes fuerzas políticas con representación parlamentaria, la obligación de buscar el consenso político-social al margen de los intereses particulares o ventajas circunstanciales.

Con la explosión de la última crisis financiera del capitalismo y la recesión económica que padecemos en España, se han hecho evidente amenazas a la suficiencia financiera debido a la tendencia creciente de perceptores y disminución de contribuyentes.

Son innumerables los estudios y artículos publicados que insisten en el imparable envejecimiento de la población, el aumento de la esperanza de vida y el incremento del cociente entre pensionistas y aportantes.

A lo largo de estos treinta años se han ido introduciendo mejoras en el sistema y adecuaciones a la evolución demográfica y del empleo. Siempre bajo el criterio de asegurar la continuidad de un sistema público y de reparto, único capaz de contribuir – significativamente – a la creación de una sociedad cohesionada, económica y socialmente equilibrada.

En general, los oscuros augurios de las prospecciones y opiniones publicadas adolecen, en mi modesta opinión, de dos fallas importantes.

Primero; considerar el déficit de rejuvenecimiento como incontestable, rechazando a futuro el factor inmigratorio como compensador, basándose sólo en lo ocurrido en los dos últimos años y negándose a observar este fenómeno en términos temporales amplios. ¿Se puede pensar que el abultado diferencial de renta entre nuestro país y los países emisores de emigrantes hacia España, no seguirá siendo un potente imán de atracción en el futuro?

Segundo; o no se introduce en los esquemas el necesario cambio de modelo productivo -verde, sostenible, tecnológicamente avanzado, basado en el conocimiento- y de ampliación de los grandes servicios públicos que consoliden nuestro estado del bienestar, o se descarta que puedan incrementarse las tasas de actividad y de empleo para mejorar el cociente entre pensionistas y contribuyentes.

Es conveniente convenir que en un próximo futuro, a pesar de los ajustes que puedan instrumentarse dentro del sistema, este se enfrente ante una insuficiencia financiera y deba recurrirse a la complementación de las contribuciones con recursos vía impuestos.

¿Por qué escandalizarse ante esa perspectiva cuando ya se procede así en las coberturas no contributivas a desempleados y pensionistas?

Parafraseando a Felipe González; si en 1985 el PIB per cápita español era de 5.900 € y se pudo universalizar el sistema de pensiones que hoy tenemos, por qué no podemos mantenerlo a futuro cuando nuestro PIB per cápita, en plena recesión,  ronda los 22.500 €. Y para los que miran hacia otro lado tratando de disimular su capacidad contributiva, habrá que recordarles que en España todavía tenemos un retraso de, al menos,  diez puntos en presión fiscal respecto a los países europeos equiparables.

Y en eso estábamos cuando llegaron los “expertos” del Grupo Consultivo de Reflexión sobre Políticas Públicas, patrocinado por la patronal de la industria aseguradora Unespa.

Con la autoridad propia de su experiencia nos dicen que no insistamos, que no hay salida y que como muestra de su preocupación nos traen la buena nueva.
Veámosla, pues.

Hay que pasar de la prestación definida actual, a la aportación definida del nuevo sistema. Olvidémonos de edades de jubilación, de años de cotización, de escalas de aseguramiento y otras obligatoriedades. Cada uno irá formando su plan como le apetezca, durante el tiempo que le parezca a través de una fórmula tan sencilla y revolucionaria como la de la ecuación E=mc2 de Einstein.

“En el momento de la jubilación, anticipada o no, la pensión de cada cotizante pasa a ser la suma de todas sus aportaciones a lo largo de su carrera (debidamente actualizadas) dividida por el número de años que se espera que viva una vez retirado; este número de años se determina para todo el colectivo de su generación o su quinta.”

Pero no os preocupéis porque seguiría siendo un sistema de reparto, no entre los que aportan más y los que aportan menos, sino entre los que vivan menos y los que vivan más, respecto de la expectativa de vida media utilizada para el calculo de la pensión anual.

Es obvio que estos “expertos” no han reparado en que es ya sabido que las personas sometidas a condiciones de trabajo más duras, los con menores niveles educativos y peores condiciones de vida e ingresos más bajos, tienen expectativas de vida inferiores.

De reparto sí, pero de abajo hacia arriba.

Porque además,  “Este mecanismo,… proporciona el conocimiento suficiente como para modular qué parte del ahorro se quiere dedicar, si se estima necesario, a mecanismos de capitalización individual.”

¿A quién pretenden engañar con una propuesta que bajo la tapadera del “reparto” lleva directo a un sistema de capitalización?

Y se les ve la patita.

Primer paso, asimilar el sistema público a los sistemas privados de aseguramiento. Segundo paso, con el estribillo de la libertad individual, cargarse la universalidad y abrir el juego a la voluntariedad de adscripción al sistema público o al privado. Tercero y último paso; liquidar el sistema público universal y de reparto y seguir alimentando las arcas y la gula del capital financiero.

El que avisa no es traidor.

Por supuesto, “El nuevo sistema supondría la exclusión del mecanismo contributivo de la viudedad y pensiones asistenciales, y financiarlas con impuestos.”

Además, deberá “tener también elementos adicionales que restauren el equilibrio financiero cuando se descuadren recursos y gastos.”

Como si no tuviésemos suficiente experiencia en eso de restaurar equilibrios financieros cuando se descuadran las cuentas de los poderosos de siempre.
Cuándo vamos a dejarnos de timideces y verdades a medias y aceptaremos que de la capacidad de generar excedente de un país –el de todos– se deberán dedicar recursos complementarios vía fiscalidad para asegurar condiciones de ingreso y de vida dignas a nuestros mayores.

Por último, que el señor Leal – expresidente de la patronal bancaria -  haga honor a su apellido en ese grupo de “expertos”, está muy bien; lo que me intriga es qué hacen allí un exsecretario general confederal de CCOO y un exministro de industria de un gobierno socialista, diseñando estrategias en beneficio del capital financiero.  

*El contenido de la propuesta del referido Grupo de Expertos y las citas textuales han sido tomadas del artículo firmado por Pablo Monje y publicado en Cinco Días y El País digital del día 22.04.13. http://cincodias.com/cincodias/2013/04/19/economia/1366401218_735794.html

lunes, 8 de abril de 2013

¿Dónde está la izquierda?


No sé cuándo me he mudado, pero últimamente vivo en un país que no conozco. Me levanto con la situación de extrañeza que provoca estar en un lugar desconocido. Enciendo la radio y todos los días me ofrecen nuevos motivos para el desaliento.
No soy de las que encuentran en esta aventura equinoccial, en este lento naufragio de sueños, en esta aventura de desdichas ninguna confirmación a su pensamiento. Para ser de izquierdas no necesito un capitalismo superexplotador y despendolado, me basta con la injusticia, con la apropiación de las ganancias, con el trato desigual al ser humano. No necesito el espectáculo de los desahucios, la odisea desesperanzada de seis millones de personas, ni los jóvenes atrapados entre la tecnología del siglo XXI y un modelo laboral del XIX.
Para ser republicana, no necesito más que una conciencia democrática avanzada, un ideal educativo, y la más elemental simetría de que todos los poderes públicos deben ser elegidos. No necesito para ser republicana, las fotos obscenas del elefante abatido en sus dominios, de una princesa imputada por una causa de corrupción, de una realeza sentada en el banquillo de los acusados.
Para ser ecologista me basta ser consciente de los límites del planeta, de la insostenibilidad de nuestro sistema. No necesito que estallen las centrales nucleares, ni que para la extracción de las riquezas ocultas del planeta se empleen técnicas cada vez más agresivas, nos hagan “fracking” y fracturen nuestros subsuelo, envenenen nuestras aguas o nos regalen terremotos.
Para ser feminista no necesito que ninguna mujer sea asesinada, degollada, apuñalada, tiroteada, me basta con mirar a mi alrededor y ver los techos, algunos de cristal y otros de cemento armado con que taponan los sueños de las mujeres. Nunca pensé que volvería a discutir sobre la violencia de género, ni que los titulares de sus asesinatos se volvieran melifluos, impersonales, desprovistos de sentido, como si la muerte fuese un accidente atmosférico. No es necesario que me indignen bajo el título engañoso de “Muere una mujer en Castellón”, “Encontrada muerta una mujer en Valencia” o que en el caso del asesinato de una niña de 13 años de El Salobral, cierta prensa nos hable del “extraño amor que la condujo a la muerte”. Realmente no lo necesito.
No necesito para estar contra la corrupción que me roben millones. Me basta con que se apropien de un euro, con que enchufen a un familiar, con que no usen con austeridad el dinero público. No me hace falta llenar el vaso de la indignación con esta sinfonía de mangantes, de cavernícolas y de traficantes.
En algunos momentos me parece estar asistiendo a una función teatral antigua, donde los actores son excesivamente histriónicos. Realmente no era necesaria esta sobreactuación para convencerme de su maldad. Frente a esto, no encuentro la izquierda necesaria, la explicación justa, la propuesta adecuada. La izquierda socialdemócrata duerme empozoñada en el sueño de la culpa, como Raskolnikov todavía está dilucidando el origen de su crimen. El resto de la izquierda flota en el océano de la autocomplacencia. “Ya lo dije”, viene a ser su discurso. Creen que cada noticia está hecha a la medida y que el cambio está cantado. Según ellos, del descrédito de la monarquía saldrá una generación de republicanos conscientes; del abuso bancario, una ola de igualitarismo y de justicia; de la corrupción política, el definitivo entierro del bipartidismo. Se miran en el espejo de las redes sociales y estas les devuelven su propia imagen. Creen que un trending topic es una mayoría social garantizada. Pero cuando las crisis son tan profundas como la actual la mayoría social se agarra a sus prejuicios, a sus miedos y a las explicaciones simplistas. De los países descorazonados no surgen cambios alentadores, sino quimeras de consolación, estallidos sin sentido, profetas y visionarios que cabalgan sobre la indignación ciudadana, a no ser que la izquierda sea capaz de levantar un relato creíble y un deseo compartido de cambio social.
Un artículo que dá en el grano