Un nuevo artículo de nuestro compañero Francisco S. López
Romito
Desde
el diseño y puesta en marcha del actual sistema de pensiones, allá por los años
80, ha sido inocultable la preocupación en los medios académicos, gestores
públicos, legisladores, medios de comunicación y los afectados presentes y futuros, acerca de
la sostenibilidad financiera y equidad social del sistema.
Esto
llevó a otorgarle un verdadero carácter de Política de Estado que se concretó
en el llamado Pacto de Toledo, que no significa otra cosa que asumir, por parte
de las diferentes fuerzas políticas con representación parlamentaria, la
obligación de buscar el consenso político-social al margen de los intereses
particulares o ventajas circunstanciales.
Con
la explosión de la última crisis financiera del capitalismo y la recesión
económica que padecemos en España, se han hecho evidente amenazas a la
suficiencia financiera debido a la tendencia creciente de perceptores y
disminución de contribuyentes.
Son
innumerables los estudios y artículos publicados que insisten en el imparable
envejecimiento de la población, el aumento de la esperanza de vida y el
incremento del cociente entre pensionistas y aportantes.
A
lo largo de estos treinta años se han ido introduciendo mejoras en el sistema y
adecuaciones a la evolución demográfica y del empleo. Siempre bajo el criterio
de asegurar la continuidad de un sistema público y de reparto, único capaz de
contribuir – significativamente – a la creación de una sociedad cohesionada,
económica y socialmente equilibrada.
En
general, los oscuros augurios de las prospecciones y opiniones publicadas
adolecen, en mi modesta opinión, de dos fallas importantes.
Primero;
considerar el déficit de rejuvenecimiento como incontestable, rechazando a
futuro el factor inmigratorio como compensador, basándose sólo en lo ocurrido
en los dos últimos años y negándose a observar este fenómeno en términos
temporales amplios. ¿Se puede pensar que el abultado diferencial de renta entre
nuestro país y los países emisores de emigrantes hacia España, no seguirá
siendo un potente imán de atracción en el futuro?
Segundo;
o no se introduce en los esquemas el necesario cambio de modelo productivo -verde, sostenible, tecnológicamente avanzado, basado en el conocimiento- y de
ampliación de los grandes servicios públicos que consoliden nuestro estado del
bienestar, o se descarta que puedan incrementarse las tasas de actividad y de
empleo para mejorar el cociente entre pensionistas y contribuyentes.
Es
conveniente convenir que en un próximo futuro, a pesar de los ajustes que
puedan instrumentarse dentro del sistema, este se enfrente ante una
insuficiencia financiera y deba recurrirse a la complementación de las
contribuciones con recursos vía impuestos.
¿Por
qué escandalizarse ante esa perspectiva cuando ya se procede así en las
coberturas no contributivas a desempleados y pensionistas?
Parafraseando
a Felipe González; si en 1985 el PIB per cápita español era de 5.900 € y se
pudo universalizar el sistema de pensiones que hoy tenemos, por qué no podemos
mantenerlo a futuro cuando nuestro PIB per cápita, en plena recesión, ronda los 22.500 €. Y para los que miran
hacia otro lado tratando de disimular su capacidad contributiva, habrá que
recordarles que en España todavía tenemos un retraso de, al menos, diez puntos en presión fiscal respecto a los
países europeos equiparables.
Y
en eso estábamos cuando llegaron los “expertos” del Grupo Consultivo de
Reflexión sobre Políticas Públicas, patrocinado por la patronal de la industria
aseguradora Unespa.
Con
la autoridad propia de su experiencia nos dicen que no insistamos, que no hay
salida y que como muestra de su preocupación nos traen la buena nueva.
Veámosla,
pues.
Hay
que pasar de la prestación definida actual, a la aportación definida del nuevo
sistema. Olvidémonos de edades de jubilación, de años de cotización, de escalas
de aseguramiento y otras obligatoriedades. Cada uno irá formando su plan como
le apetezca, durante el tiempo que le parezca a través de una fórmula tan
sencilla y revolucionaria como la de la ecuación E=mc2 de Einstein.
“En el momento de la jubilación,
anticipada o no, la pensión de cada cotizante pasa a ser la suma de todas sus
aportaciones a lo largo de su carrera (debidamente actualizadas) dividida por
el número de años que se espera que viva una vez retirado; este número de años
se determina para todo el colectivo de su generación o su quinta.”
Pero no os
preocupéis porque seguiría siendo un sistema de reparto, no entre los que
aportan más y los que aportan menos, sino entre los que vivan menos y los que
vivan más, respecto de la expectativa de vida media utilizada para el calculo
de la pensión anual.
Es obvio que
estos “expertos” no han reparado en que es ya sabido que las personas sometidas
a condiciones de trabajo más duras, los con menores niveles educativos y peores
condiciones de vida e ingresos más bajos, tienen expectativas de vida
inferiores.
De reparto
sí, pero de abajo hacia arriba.
Porque
además, “Este mecanismo,… proporciona el conocimiento
suficiente como para modular qué parte del ahorro se quiere dedicar, si se
estima necesario, a mecanismos de capitalización individual.”
¿A quién
pretenden engañar con una propuesta que bajo la tapadera del “reparto” lleva
directo a un sistema de capitalización?
Y se les ve
la patita.
Primer paso,
asimilar el sistema público a los sistemas privados de aseguramiento. Segundo
paso, con el estribillo de la libertad individual, cargarse la universalidad y abrir
el juego a la voluntariedad de adscripción al sistema público o al privado.
Tercero y último paso; liquidar el sistema público universal y de reparto y
seguir alimentando las arcas y la gula del capital financiero.
El
que avisa no es traidor.
Por
supuesto, “El nuevo sistema supondría la
exclusión del mecanismo contributivo de la viudedad y pensiones asistenciales,
y financiarlas con impuestos.”
Además,
deberá “tener también elementos
adicionales que restauren el equilibrio financiero cuando se descuadren
recursos y gastos.”
Como
si no tuviésemos suficiente experiencia en eso de restaurar equilibrios
financieros cuando se descuadran las cuentas de los poderosos de siempre.
Cuándo
vamos a dejarnos de timideces y verdades a medias y aceptaremos que de la
capacidad de generar excedente de un país –el de todos– se deberán dedicar
recursos complementarios vía fiscalidad para asegurar condiciones de ingreso y
de vida dignas a nuestros mayores.
Por último,
que el señor Leal – expresidente de la patronal bancaria - haga honor a su apellido en ese grupo de
“expertos”, está muy bien; lo que me intriga es qué hacen allí un exsecretario
general confederal de CCOO y un exministro de industria de un gobierno
socialista, diseñando estrategias en beneficio del capital financiero.
*El
contenido de la propuesta del referido Grupo de Expertos y las citas textuales
han sido tomadas del artículo firmado por Pablo Monje y publicado en Cinco Días
y El País digital del día 22.04.13. http://cincodias.com/cincodias/2013/04/19/economia/1366401218_735794.html
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