martes, 14 de febrero de 2012

Democracia… ¿siempre democracia?


Reproducimos un artículo de David H. Corrochano (Chamberí) publicado en Diario Progresista

El concepto de democracia (con adjetivos o sin ellos) está cargado de connotaciones positivas tales que ha sido esgrimido por todo tipo de regímenes y actores políticos al momento de describir sus acciones o plantear proyectos de futuro. Baste recordar como los regímenes comunistas se autocalificaron como democracias (populares) o los autoritarios se concibieron como democracias (orgánicas). Siempre democracia.

Dada la situación de cambio necesario que actualmente vive el PSOE y, en general, los partidos de izquierda contemporáneos, el reclamo de democracia interna aparece como uno de los eslóganes más recurrentes para trazar su transformación. Efectivamente, la participación, a veces vinculada a prácticas de democracia directa, otras a mecanismos deliberativos y consultivos para la toma de decisiones, no solo es una receta normativa sino una práctica eficiente en la construcción de nuevas formas de gestión y representación de intereses que tengan en cuenta a los ciudadanos. Sin embargo, esta premisa válida cuando pensamos en términos de ejercicio de la ciudadanía y mejora del régimen político debe ser tomada con precaución al momento de ser trasladada a una organización como lo es un partido político. ¿Siempre democracia?

Algunos líderes socialistas han planteado la implantación de las elecciones internas (a la francesa) no solo como un medio más democrático de elegir a los candidatos de gobierno del PSOE, sino incluso a la elección de sus cargos orgánicos. A este respecto, por un lado, si se trata de una propuesta vinculada a los cálculos y posibilidades de los candidatos a las secretarias regionales para resultar electos la ocurrencia aparece como irresponsable, por otro, si es un alegato sincero sobre cómo incentivar, acrecentar y mejorar la vida interna de la organización, así planteada, sin más, me parece equivocada por cuatro razones: primero, porque una organización partidaria no es un sistema político, por lo que aquello que es válido para dotar de calidad democrática a un país sin alterar, sino reforzando al sistema, puede suponer problemas de cohesión y capacidad decisoria para un partido; segundo, porque atarse a un único mecanismo de selección de cuadros es desatender al hecho de que los partidos atraviesan diferentes coyunturas a lo largo de su historia y deben de cubrir diversos puestos de responsabilidad, de manera que la fórmula que un día o para un tipo de cargo puede suponer una solución en otras ocasiones puede acrecentar los problemas; tercero, porque no podemos equiparar el fomento de la participación y la democracia con las elecciones, pues hay muchas otras formas de que los militantes y simpatizantes de un partido sean activos y tomados en cuenta; y cuarto, relacionado con esto último, porque una elección a través de delegados sí, siguiendo a Aristóteles, aparece como un filtro oligárquico pero no por ello menos democrático que otras formas de seleccionar a los líderes y confeccionar los programas. Siempre democracia.

El PSOE tiene que abrirse más a la sociedad sin olvidarse de la militancia. Por esto es necesario contar con planes estratégicos de participación externa e interna que en ocasiones incluirán elecciones, pero en otras los tradicionales congresos, asambleas o mecanismos más novedosos como encuestas internas, jurados de evaluación, foros, órganos consultivos, etcétera. Para planear esto seamos prudentes y no nos dejemos arrastrar por la simple apelación a un  concepto cargado de connotaciones positivas, usado por todos y para todo, y por lo tanto altamente escurridizo e incluso peligroso. ¿Siempre democracia? Sí, pero siempre que sea materializada de una forma útil para la organización, reflexionada y vinculada a las muchas maneras de participación que pueden darse adentro de un partido y que no siempre se traducirán en elecciones.

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