jueves, 13 de diciembre de 2012

La corrupción asesina

Un nuevo artículo de David Hernández Corrochano, uno de nuestros colaboradores habituales

Los altos índices de desigualdad corren en paralelo a los altos índices de corrupción. España siempre ha sido nación de corruptelas de empresarios, funcionarios, profesionales de todo oficio, también políticos, que ejercen de amigos del alma cuando en realidad son unos desalmados. 

La cara más trágica de este fenómeno se da cuando hay víctimas mortales, cuando el azar decide que la cadena de personajes y desaguisados cobre su verdadero sentido de irresponsabilidad, dejación, rapiña a costa de un prójimo que para ellos es menos que nada. La corrupción asesina.

Todo es como una película que comienza en una noche de Halloween. Pero el caso Madrid Arena es tan real como las cinco chicas que han muerto por la avalancha. Cuando la corrupción asesina simplifica la vida, al producir tramas en las que inverosímiles personajes oscuros se enfrentan al bien representado por la gente corriente que, simplemente, hace lo que tiene que hacer. Entre estas personas están los familiares que sufren su dolor sin inducir al morbo y el escándalo; las amigas de las fallecidas que iniciaron una campaña en los medios sociales para recabar pruebas; el juez decano de Madrid, José Luis González Armengol, que por internet vio lo que ninguna autoridad ni organizador vieron: “se superó con creces el aforo permitido”; los miembros del Samur que no solo atendieron a la emergencia, sino que declararon sobre el mal comportamiento del servicio médico de la macrofiesta; José Manuel Sánchez, presidente del Sindicato Unificado de Policía, que se atrevió a denunciar que el local funcionaba sin licencia de apertura ni plan de emergencias; el juez López Palop que instruye una causa en la que por el momento hay siete imputados; también la oposición que desde la comisión de investigación del Ayuntamiento, me consta, se están dejando las cejas por aclarar lo ocurrido frente a las incomparecencias y el bloqueo ejercido por la alcaldesa y el PP. Porque frente a estas personas dignas, están los personajes……como Miguel Ángel Flores, el empresario de la noche y organizador de una fiesta que triplicó el aforo del local, de la que vendió el doble de entradas de las que declaró había vendido; Juan Carlos García Perdiguero, administrador de la seguridad con antecedentes neonazis y que no controló la asistencia de menores ni el consumo de alcohol; Simón Viñals, el antiguo cargo del PP implicado años atrás en la escandalosa venta del servicio funerario de la capital, el médico de 77 años que trabajaba con los Flores, el que contrató esa noche a su hijo funcionario, el que dijo haber estado “asistiendo a borrachos toda la noche para que ahora le trajeran esto”; el vicealcalde de Madrid, Miguel Ángel Villanueva, quien por “relación de amistad” ofició la boda del otro hermano Flores, el que ejercía de administrador de Divertt; Pedro Calvo, gestor de Madrid Espacios y Congresos que dimite de todos sus cargos y es acusado por Miguel Ángel Flores como el responsable; Ana Botella, que en sus días de asueto en Portugal dijo acordarse cada minuto de las víctimas, que no se ha dignado a acudir a la comisión, la pobre a la que sus enemigos del PP de la CAM endosaron eso que llaman “la patata caliente”. Pero no se trata de patatas, sino de personas, y aquí no hay calor, sino frío, asco, indignación ante la muerte de gente inocente por la corrupción asesina.

Estamos muy cansados de saber de pandillas de amigos del alma, de los familiares del rey, de las tramas de las comunidades, de los funcionarios que colaboran con las mafias y, para colmo, de lo que nos faltaba, del diputado Santiago Cervera recogiendo embozado un paquetito. Pero no bajemos la guardia ante estos hechos, porque en este enquistamiento de la miseria está la corrupción asesina que por desgracia ha vuelto con el Madrid Arena, y que retornará cuánto más se incrementen la pobreza, prevalezcan las castas, se impulsen las privatizaciones de lo público o eso que llaman externalizaciones y que más bien son negocietes que joden vidas.

Sirva para el recuerdo de las cinco muchachas fallecidas, de los 57 sepultados en los Ángeles de San Rafael, de los 1100 envenenados por el aceite de colza, los 62 militares del Yak-42, de los indocumentados muertos y enterrados en las obras de los que nunca sabremos nada, por los desahuciados que no pueden más y se suicidan, por todos los que sufren un país de miserias en el que campean las corruptelas hasta llegar a ser asesinas. 

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