Un nuevo artículo del compañero David H Corrochano, esta vez sobre la actualidad de la izquierda mejicana
Como cada seis años desde 1934, cuando Lázaro
Cárdenas fue elegido presidente, el primero de julio los mexicanos acudirán a
las urnas. Pese a que desde el surgimiento del movimiento estudiantil 132
Andrés Manuel López Obrador, candidato de la izquierda, está remontando en las
encuestas, aunque éstas siguen favoreciendo al priísta Enrique Peña Nieto. Sin
embargo, un polémico sondeo del diario Reforma sitúa a Obrador a cuatro puntos,
mientras que éste declaró en el programa Tercer Grado de Televisa que las
encuestas internas de su partido le dan como ganador. La batalla por México
está servida.
La transición mexicana ha sido gradual, lenta,
negociada y compleja. Por ponerle un inicio podemos remontarnos a 1988 y el
presunto fraude en contra de Cuauhtemoc Cárdenas quien, junto con Porfirio
Muñoz Ledo, encabezó la mayor escisión del Partido Revolucionario Institucional
por la izquierda desde 1940 en lo que sería el germen del actual Partido de la
Revolución Democrática. A partir de entonces se fue configurando un sistema
capaz de dotar de confianza a las elecciones y cuyo resultado fue la
alternancia del año 2000 cuando Vicente Fox derrotó al sempiterno PRI. Se
inicio un ciclo de gobierno del derechista Partido Acción Nacional que Felipe
Calderón amplió hasta hoy, pero que no se reeditará.
Felipe Calderón inauguró su sexenio con la acusación
de fraude hacia Obrador quien, tras su paso por la jefatura de gobierno del
Distrito Federal y el vano intento del foxismo por impedir su candidatura, era
un líder con altos índices de popularidad. A partir de aquí, las instituciones
electorales se han ido deteriorando en paralelo a la economía, mientras que el
país entró en una vorágine de violencia con la guerra entre el gobierno, el
narco y el grupo paramilitar-delincuencial de los Zetas. Josefina Vázquez Mota,
la candidata del PAN, no puede superar esta herencia hasta el punto que el
mismísimo Vicente Fox ha pedido el voto por Peña Nieto.
Enrique Peña Nieto ha sido gobernador del Estado de
México, plataforma desde la que ha construido su candidatura representando al
nuevo-PRI capaz de asegurar la gobernabilidad del país dentro del marco
democrático. Con el apoyo de medios tan poderosos como Televisa y un discurso
centrado en la economía doméstica, este marco parece convencer a un electorado
pragmático y exigente de estabilidad dispuesto a olvidar el karma de corrupción
y despotismo asociado al estilo priísta. Frente a esto la remontada de Obrador se enfrenta a
él mismo, al estigma de intolerante, anti-institucional e incluso violento que
le endosan sus rivales, a su posición ambigua sobre volver a desatar un
conflicto post-electoral en caso de perder. Pese a todo el Distrito Federal
sigue progresando desde que él lo gestionara bajo los ejes de inversión en obra
pública, programas sociales y mejora en la seguridad, a lo que su sucesor
Marcelo Ebrard ha sumado ampliación de derechos y políticas culturales. Así, el
perredista Miguel Ángel Mancera es el claro favorito para recoger esta herencia
positiva en la capital. Quizás Obrador no llegue a ser presidente, probablemente
muchos teman que siga acercándose en las encuestas y esto suponga la apertura
de más desorden en un escenario de por si complicado, pero sea como sea, la
izquierda mexicana seguirá ganando batallas.
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