miércoles, 28 de marzo de 2012

La izquierda está a la izquierda

Publicamos un nuevo artículo del compañero de Chamberí David H. Corrochano

Los resultados de las elecciones andaluzas y asturianas han sido sorprendentes si atendemos a la tendencia marcada por los comicios de 2011 y a las encuestas que preveían un aumento en el poder territorial del PP, especialmente con una supuesta mayoría absoluta en Andalucía. Pero no ha sido así. Las interpretaciones sobre este vuelco son varias y dependen de las preferencias ideológicas del interpretador, así, hay quien recupera lo del voto del miedo y cautivo mientras en el polo opuesto se dice que es el resultado de una evaluación negativa a los 100 primeros días de Mariano Rajoy como presidente.

A la espera de los sesudos análisis post-electorales que vendrán a confirmar ambas hipótesis y las que estén entre medias de ellas, mi idea es más sencilla –incluso, lo admito, pedestre- y es que simplemente ha ocurrido que la izquierda está a la izquierda. Verdad de Perogrullo que a los socialistas a veces se nos olvida pero que una vez más se impone ante cualquier giro liberal y post-moderno que quiera darse al PSOE. Giro que más que realista, moderado y útil, es acomodaticio, tibio y domesticado.

Pablo Iglesias señaló que quien contrapone socialismo y liberalismo no conoce a ninguno de los dos. Años más tarde Indalecio Prieto remarcaría que ser socialista también es ser liberal. Pero no nos equivoquemos, ni uno ni otro referían al neoliberalismo económico, a pasar de representar los intereses de los trabajadores a los de una amorfa clase media donde de todo cabe o a aceptar el marco institucional y estructural como una situación si no justa por lo menos insuperable y a la que, simplemente, hay que atemperar vía valores y adaptarse a partir de una readaptación de los criterios de inversión, gestión, comunicación y evaluación dictados por la derecha, o lo que es lo mismo, los mercados.

Primero, no es casual que Andalucía y Asturias nos hayan dado un respiro porque, pese al aumento de la presencia del PP en la primera y el tradicional conservadurismo en el centro del Principado, se trata de dos regiones históricamente marcadas por la lucha obrera. Es cierto que algo han cambiado los tiempos, pero la cultura y la identidad se transforman de un modo mucho más lento, tan lento que hay quienes aun nos emocionamos cuando se recitan Andaluces de Jaén o escuchamos los compases de La Maruxiña. Somos sentimentales.

Segundo, no es casual que Andalucía y Asturias nos hayan dado un respiro porque, aunque algo han cambiado los tiempos, son dos de las regiones donde la injusticia del modelo español de desarrollo es más evidente. En la primera, traducida en un elevado desempleo estructural que ahora aumenta. En la segunda, en una incapacidad de adaptación hacia una economía de servicios donde los sectores agrario e industrial no caben. Es el momento de que el PSOE se radicalice (vaya a la raíz, se entiende) para buscar respuestas radicales (que vayan a la raíz, quiero decir) a cómo enfrentar y costear estos problemas que no son de hoy, precisamente. Somos responsables.

Tercero, no es casual que la bajada del PSOE haya beneficiado sobre todo a IU porque, más allá de las derivas y sinsentidos a los que en ocasiones nos tiene acostumbrado la coalición, en esto los tiempos han cambiado algo menos, no deja de ser un espejo crítico del socialismo en el que a veces nos tenemos que mirar para no perder nuestra propia identidad o sobrepasar ciertos límites. No se trata de transmutarnos en una izquierda para-utópica que no tiene en cuenta lo posible, ni en una opción para-infantil que no quiere reconocer las necesidades de la política, sino de tener siempre en cuenta que somos un partido con ideología. Somos socialdemócratas.

Decía Karl Kautsky que la revolución social es como el primer amor, cuando alguien después de años nos habla de él decimos haberlo olvidado pero en verdad siempre está en nuestro corazón. Dicen que en Andalucía, quizás también en Asturias, los fallos de las encuestas se deben a que hay un voto oculto al PSOE. Esto es un síntoma preocupante para quienes nos sentimos orgullosos de los logros e ideales que representa el partido, pero también para quienes se sienten cohibidos de expresar que las necesidades y posibilidades reales de progreso para España pasan por éste. Sentimentales, responsables y socialdemócratas, de nuevo al PSOE le toca asumir que la izquierda está a la izquierda; a la par de ser una opción seria y eficaz de gobierno capaz de convencer, también, al amorfo centro.    

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