Un nuevo artículo de opinión de Francisco S. López Romito (Miembro del Comité Regional del PSM)
Las grandes crisis del
capitalismo han provocado, entre otras consecuencias, una inconmensurable
producción intelectual en todos los campos de expresión.
Los más acuciados por
encontrar respuestas novedosas, han sido siempre quienes cuestionan el sistema
capitalista. La actual, no podía ser de otra manera, ha colocado en el
disparadero a la socialdemocracia, especialmente a la europea.
La profusión de artículos
y propuestas, conforman un bosque que puede llegar a ocultar los árboles. La
mayoría se concentran en un cierto control de la gestión del capital
financiero, revisión de políticas fiscales, reorientación de la política
monetaria europea y propuestas para relanzar el “crecimiento” frente al ajuste
a la baja de rentas salariales y del gasto público, seguidas de una encendida
defensa del Estado del Bienestar preexistente.
En ese escenario, me
permito rescatar el reciente artículo de Carlos Mulas-Granados (Director de la
Fundación Ideas) publicado en El País, 20/04/2012, bajo el título de “¿Una Cuarta Vía para la Socialdemocracia?”,
que aconsejo leer. http://elpais.com/elpais/2012/04/12/opinion/1334255276_949542.html
Mulas apuesta por “que la socialdemocracia puede entrar en una
cuarta fase hegemónica si hace tres cosas: incorpora nuevos valores, moderniza
sus programas y amplia su campo de acción.”
Vayamos por partes.
Los
Nuevos Valores
Constata Mulas que la
modernidad está debilitando la igualdad y solidaridad entre personas distintas
y llama a “hacer un nuevo esfuerzo por
vincularla más a la condición humana que todos compartimos y menos a la clase
social a la que pertenecemos”. “Al difuminarse las fronteras - entre distintas
clases y sectores sociales – el humanismo y la sostenibilidad deben colocarse
de nuevo en el centro del esquema de valores progresista.”
Podríamos acotar que ese
debilitamiento de la igualdad tiene una base objetiva, propia de los procesos
de acumulación capitalista. Pero no es menos cierto que los sentimientos de
solidaridad, la reacción individual ante la desigualdad, apela a la consciencia
y se mueve en escenarios no necesariamente determinados por la condición
individual de existencia. Esto tiene un fértil campo en la lucha política.
Una de las aportaciones
distintivas de la Tercera Vía que distinguen, entre otras, la experiencia del
último gobierno socialista de España, ha sido el reconocimiento de derechos y
lucha contra todo tipo de discriminaciones. Pero la apelación al humanismo
(¿todos los humanismos?) no descarta la intensa confrontación ideológica y
política que supone la proposición y puesta en práctica de esos valores. Y
exige a quienes los defienden una profunda convicción y firmeza, pues en caso contrario,
el acceso de la derecha al poder político puede llevárselos por delante sin
mayores dificultades y ningún costo.
De acuerdo, debemos “colocar el humanismo y la sostenibilidad en
el centro de los valores progresistas.” El humanismo de la humanidad, así
como la solidaridad de la fraternidad. Y la sostenibilidad; democrática,
medioambiental, económica, social, intergeneracional.
Los
Programas
El autor está “convencido de que los progresistas no
recuperarán su credibilidad como gestores políticos si no son capaces de poner
sobre la mesa un paradigma socioeconómico distinto”. Resalta que “El modo actual de producción y consumo de
bienes y servicios tiene tres problemas: genera residuos, genera pobreza y
genera burbujas.” Omite, cosa importante desde una perspectiva socialdemócrata
o socialista (tanto monta), que este sistema es trinitario y habría que agregar
la apropiación y acumulación privada fuente de las crisis periódicas del
capitalismo.
Nos propone que “la nueva economía tiene que abordar estos problemas
ex ante, convirtiendo las industrias medioambientales y sociales en motores
mismos del proceso productivo, con capacidad para generar bienes deseados por
la población (Lástima su conclusión) que
se puedan comprar y vender: los coches eléctricos o las escuelas infantiles son
dos buenos ejemplos en esa dirección.”
Colocar a los grandes
servicios públicos que conforman la columna vertebral del Estado del Bienestar
e incluso áreas de la conservación medioambiental difícilmente asimilables a la
producción y consumo de mercancías, en el mismo saco que la producción de
bienes de consumo individual, se acerca demasiado al modelo privatizador de la
derecha liberal. ¿No cree el autor que esa propuesta ampliaría el campo de la
apropiación y acumulación capitalista que es, justamente, lo que se trata de
superar? ¿Cómo avanzar hacia una sociedad cohesionada alrededor de valores de
solidaridad si en la base de la economía se potencia el consumo y la
acumulación individual?
De acuerdo, hay que “proponer un nuevo tipo de sociedad, donde
la dicotomía entre Estado y mercado no lo ocupe todo, y donde el espacio para
los compromisos de los ciudadanos con su espacio comunitario sea mucho mayor.”
Es decir, que el espacio social a través de la oferta y consumo o disfrute de
bienes y servicios de forma “colectiva” adquiera primacía frente al consumo
individual. Que la acumulación de capital “social” sea mayor que la privada. Y
no hay por qué temer a la inadecuación de la oferta a la demanda en el área
social de la economía, el mercado sobrevivirá al capitalismo, los instrumentos
están disponibles.
Es evidente que este nuevo
Estado del Bienestar implicaría llevar adelante: “Un programa que renovaría los instrumentos tradicionales del Estado de
Bienestar”. A lo que no ofrece respuesta es a cómo se puede pasar “de re-distribuir rentas a pre-distribuir
oportunidades a lo largo de todo el ciclo vital de los ciudadanos” si
desmantelamos la estructura de provisión pública y universal de bienes y
servicios, claramente redistribuidores.
Es más, la ampliación del
Estado de Bienestar debería ir acompañada de una política sostenida de
promoción de las formas empresariales de trabajo asociado (tercer sector), como
una forma de avanzar “donde el espacio
para los compromisos de los ciudadanos con su espacio comunitario sea mucho
mayor.”
Por
la democratización de la economía
El autor nos dice bien que
los cambios operados en el modo de producción y acumulación han difuminado “la frontera entre asalariados y
autoempleados, entre ejecutivos y accionistas, o entre emprendedores y
empresarios”. Quizá sea hora de revisar la concepción acerca de la Empresa
basada en una antigua realidad del propietario-capitalista legitimado para
ejercer el monopolio de la toma de decisiones. ¿No se habrán difuminado,
también, las fronteras entre los trabajadores y los gestores? Empleados todos,
aunque con injustificadas e insolidarias diferencias salariales.
No podemos olvidar que
desde sus orígenes la socialdemocracia concibió la democracia en sus dos
vertientes: la económica y la política. Creo que son buenos tiempos para
avanzar en un nuevo modelo de relaciones laborales, mediante la articulación de
formas crecientes de participación efectiva de los trabajadores en la toma de
decisiones en las empresas.
Internacionalización,
más y mejor democracia
El autor considera “el punto más importante de esta cuarta vía
socialdemócrata, la internacionalización de su ámbito de acción”, pero “la globalización de la democracia será
insuficiente, si no se profundiza y mejora su funcionamiento”.
Y agrega: “Por ello, me parece fundamental
complementar la clásica división de poderes (…) con la incorporación del poder
mediático y el poder financiero.”
Una pena que no diera algunas
pautas para esa “incorporación”. Por mi parte sólo diré telegráficamente que al
poder mediático habría que introducirle algunos criterios de responsabilidad
periodística y de gestión y control democráticos para garantizar la libertad de
expresión al tiempo que la pluralidad editorial. Al poder financiero, someterlo
a formas de gestión que garanticen la transparencia, erradiquen las aventuras
especulativas, hagan efectiva la participación de accionistas e impositores y
sean sometidos a riguroso control estatal para que cumpla el papel de aportar
financiación a la economía real y participar equitativamente en el
sostenimiento fiscal del Estado.
Una última acotación. No
creo que debamos refundar la socialdemocracia (monta tanto) para refundar el
capitalismo, en todo caso habremos logrado avanzar en el camino de su
transformación.
Madrid, 2 de Junio de 2012
Algunas reflexiones a la cuestión de los valores: es correcto apelar a sentimientos de solidaridad, a actitudes voluntaristas, compasivas en favor de la igualdad, de la no discriminación, fruto de convicciones políticas idealistas, humanistas.
ResponderEliminarPero deberíamos explicar también que las lógicas actuales competitivas e individualistas nos conducen, de hecho, a poner en peligro la humanidad como especie. Por tanto, deberíamos explicar también que por nuestros intereses personales y colectivos, no sólo por nuestra buena fe, no sólo por nuestros buenos sentimientos, sino por nuestro futuro como colectividad, nos interesa cambiar las lógicas económicas actuales.
Las lógicas cooperativas no son una opción voluntarista de algunos altruistas utópicos: son una necesidad urgente para la supervivencia de la especie, son una necesidad, también, para nuestros intereses individuales concretos. Debemos predicarlas como valores y practicas necesarias, no solamente por ideología socialista ...
...y conseguir incorporar al conjunto de la sociedad en formas de relación en el plano económico y social que incorporen esos "valores y prácticas necesarias" como práxis cotidiana.
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